3 de mayo de 2018
Los servicios que usamos en Internet tienen la misión de conseguir que accedamos a pagar por ellos (Spotify, Netflix, Office…), o de que los usemos constantemente y cuanto más mejor, en el caso de los gratuitos (Facebook, Twitter, Snapchat…). En esa misión, muchos llevan al límite de la legalidad las prácticas para conseguir su propósito. […]
Los servicios que usamos en Internet tienen la misión de conseguir que accedamos a pagar por ellos (Spotify, Netflix, Office…), o de que los usemos constantemente y cuanto más mejor, en el caso de los gratuitos (Facebook, Twitter, Snapchat…). En esa misión, muchos llevan al límite de la legalidad las prácticas para conseguir su propósito. Malditos dark patterns.
Pulsa aquí pero no mires allí
Uno de los primeros expertos en experiencia de usuario y diseño que habló abiertamente de esto fue Harry Brignull en DarkPatterns.org. Clasificó los más conocidos en algunos modelos básicos y además animó a «aprender a reconocerlos y rebelarse contra ellos».
Uno de los casos más paradigmáticos, tanto por el diseño usado como por haber acabado en los tribunales, fue el de LinkedIn en 2015, que le costó una multa de 13 millones de dólares. Básicamente, al registrarse en LinkedIn, cualquier usuario compartía los correos electrónicos de sus contactos de una forma muy sutil. A su vez, estos correos recibían supuestas invitaciones de ese nuevo usuario para darse de alta en la plataforma. Esto lo agrava el hecho de que es complicado y poco intuitivo eliminar esta sincronización que LinkedIn hizo en segundo plano.
Con los contactos y el permiso para sincronizarlos (algo de mucho valor para un servicio online) también juega Instagram, concretamente con la letra pequeña y contrastada con un gran call-to-action que, naturalmente, hace lo que la empresa realmente quiera: que le entregues tu información sin complicaciones.
Otra fórmula es la usada por Iberia: darle la vuelta al lenguaje y mezclar conceptos de forma casi absurda. El objetivo es el mismo: confundir al usuario para que no sea del todo consciente de lo que está haciendo, que coincide con el interés de la compañía.
Otro ejemplo simple: la marca de ropa estadounidense Old Navy descubrió que hay un emoji sospechosamente similar al punto azul que indica los correos no leídos en las apps nativas de iOS y macOS. Así intentó convencer a quienes ya habían leído su correo de que quizás había que volver a leerlo.
Cuando un servicio ofrece varios planes de precios, el que menos le suele interesar es el gratuito, normalmente con grandes restricciones o enfocado únicamente a estudiantes. Le ocurre, por ejemplo, a Wrike, una plataforma para gestionar proyectos. Ubicar ese «continuar con el plan gratuito» en ese lugar, con ese tamaño, contrastando así con el resto, no es casual ni un estándar del diseño, es otro patrón oscuro.
Uno de los más famosos dark patterns en los últimos tiempos fue el pelo de Instagram. Es un ejemplo extremo de lo malicioso que puede llegar a ser un diseño: a alguien se le ocurrió que ubicar un pelo en la imagen publicitaria de Instagram de forma que, cuando el usuario deslizase el dedo hacia arriba para eliminarlo de la pantalla creyendo que era un pelo real, le llevase a la web destino del anuncio.
También es muy habitual recibir correos de tiendas o servicios a los que nos suscribimos o compramos en alguna ocasión llamándonos a una compra inmediata con el pretexto de que la oferta «finaliza pronto». Aunque realmente sea algo recurrente y, de oferta, nada.