Aunque en los últimos tiempos las relaciones abiertas han ganado fuerza e intentan normalizarse dentro de la sociedad como una opción tan válida como cualquier otra para vivir el amor, lo cierto es que a mucha gente siguen pareciéndole una excentricidad o una elección poco sensata si no se quiere acabar en ruptura.

Pero lo cierto es que aunque la monogamia y la pareja siguen viéndose como ‘normativas’, las relaciones abiertas han existido siempre y darles visibilidad y naturalidad resulta fundamental para que, una vez conocidas todas las opciones, cada cual pueda establecer la relación sentimental y sexual que mejor le parezca.

¿Estamos todos preparados para una relación abierta? Probablemente no y por eso siguen prevaleciendo las tradicionales de dos personas, pero si se siente curiosidad por iniciar una conviene desterrar muchos mitos y prejuicios para vivirlas de la manera más idónea.

Para empezar, habría que definir el concepto ‘relación abierta’. Puede decirse que una relación es abierta cuando a través de un pacto común entre ambas partes de una pareja se acuerda la posibilidad de mantener relaciones con terceras personas. Ahora bien, estas relaciones con terceros pueden ser diversas y dependerán del consenso al que lleguen los dos miembros: desde relaciones sexuales esporádicas a otras que conlleven un mayor vínculo sentimental y por un periodo de tiempo más prolongado.

¿Puede funcionar una relación abierta? Los sexólogos coinciden en que sí es posible, siempre que por un lado y por otro exista la capacidad para cambiar el chip y la voluntad de transformar su relación ‘tradicional’ de forma libre y sin coacciones.

¿Qué pautas se deberían seguir para alcanzar una relación abierta sana y qué errores deberían evitarse? Para empezar los expertos recomiendan adentrarse en ella cuando la pareja parta de una relación que, de entrada, funciona bien, donde hay confianza y vínculos fuertes. Creer que una relación abierta puede convertirse en un salvavidas para superar una crisis o una separación nunca será una buena idea. Muy al contrario, los conflictos, la desconfianza y los resentimientos pueden acrecentarse debido a la situación vulnerable que vive la pareja.

Por otro lado, una relación abierta es siempre una relación de mutuo acuerdo. No solo decide una de las partes y la otra lo acata por miedo a perderla. Todos los involucrados (incluso las terceras partes, que veremos más adelante) deben estar convencidos del paso que van a dar. Dejarse llevar por una decisión unilateral por miedo o presión solo traerá inconvenientes más tarde o más temprano.

En este sentido, ambas partes deben decidir qué tipo de relación abierta quieren tener y consensuar las reglas por las que se regirá. Es probable que se parta de un punto y según evolucione la relación uno de ellos o los dos muestren su deseo de revisar esos límites si no se sienten cómodos con lo que se aceptó en un inicio. Es importante, por tanto, estar de acuerdo en lo que está permitido y lo que no para aportar seguridad y evitar malos entendidos.

Asimismo, como ya hemos mencionado anteriormente es importante ser honesto también con aquellas personas con las que uno u otro mantendrán relaciones íntimas fuera de la pareja. Es justo que sepan desde qué posición parten, que conozcan la existencia de una relación principal así como de los acuerdos que ha establecido para decidir libremente si quieren involucrarse o no.

Por último, hay que buscar el equilibrio. El hecho de poder pasar tiempo con otras personas no puede ser sinónimo de descuidar a la pareja. En este sentido conviene establecer un vínculo único y exclusivo con la pareja principal ya que se presupone que el amor, el compromiso y la pasión siguen intactos a pesar de las nuevas experiencias que se sumen con terceros. Es importante que ambas parten mantengan un espacio común para no sentirse desplazados por otras personas: lugares o aficiones que solo disfrutan ellos, días exclusivos, vacaciones reservadas para ambos...