¿Los bebés reconocen a su madre al nacer?

Son varias las investigaciones que confirman que los bebés pueden reconocer a su madre a través de la voz casi desde el momento en el que nacen. Esto se debe a que ha pasado 9 meses dentro del útero materno y por tanto está acostumbrado al sonido de su mamá. Pero, además, también la pueden reconocer por su olor al poco tiempo si son amamantados.

Hay que tener presente que desde el momento de su nacimiento su primer foco de atención se va a centrar en su madre. 

Por otro lado, para que un bebé pueda reconocer a sus progenitores de manera visual van a tener que pasar varias semanas. Durante sus primeros días, el pequeño solo ve de forma clara todo aquello que se encuentre a una distancia de entre 20 y 30 centímetros de sus ojos, lo cual coincide con la distancia a la que se encuentran de su madre durante el proceso de lactancia. Más allá de ese espacio no son capaces de percibir nada nítido, solo formas borrosas que con el paso del tiempo comenzarán a aclararse. 

Para que los pequeños comiencen a familiarizarse con el rostro de su padre y de su madre es importante que estos se relacionen con él desde esa distancia. Esta cercanía conseguirá que el rostro de sus progenitores esté presente en su mente y comience a tomar forma. También hay que dejar que estudien sus caras, dejar que pasen sus manitas por las mejillas o la nariz, facilitando el proceso de reconocimiento. 

¿Y cuándo reconoce a su padre?

Por lo general, los recién nacidos reconocen con más facilidad a su madre ya que la relacionan a través de varios sentidos y pasan mucho tiempo con ella. Además, los vínculos que se forman a través de la lactancia materna no los puede tener con su padre. Aun así, aunque le cueste algo más reconocer a su papá terminará forjando una fuerte conexión cuando sea consciente de quién es. 

Como se menciona en párrafos anteriores, los bebés son capaces de conectar con su madre gracias al olfato y al oído. El olor de una madre es inconfundible para un recién nacido, además se sienten atraídos por el olor de la leche materna de su progenitora antes que por el de otras mujeres. El olfato de los pequeños está bastante desarrollado para compensar la falta de visión nítida, pero con el tiempo irá menguando. 

Los olores les proporcionan muchas sensaciones diversas sobre su entorno y las personas que en el se encuentran. En relación a esto, se recomienda no utilizar perfumes cuando se esté con el pequeño ya que, suele preferir el olor natural de su madre que le transmite seguridad y comodidad. 

Por otro lado, aunque la madre haya tardado 9 meses en escuchar por primera vez a su bebé, este lleva haciéndolo durante gran parte del embarazo. El oído del pequeño funciona correctamente desde que nace, aunque durante los 3 primeros meses puede estar ligeramente alterado debido a que tenga retenido líquido amniótico. Al estar dentro del útero ha escuchado el latido del corazón de su madre y la corriente sanguínea que fluye por su cuerpo, sonidos que les relajan y les son familiares.  

Los bebés están programados para prestar atención a la voz humana. Asimismo, el sonido de la voz de su madre es tranquilizador para ellos, aunque de por sí tienden a prestar mayor atención a las voces agudas de las mujeres que a las graves de los hombres. Todo esto está relacionado con el periodo prenatal que pasaron en el vientre de su madre. Es necesario que los padres hablen con sus hijos para que, poco a poco, también reconozcan el sonido de su voz. Por otro lado, varios estudios afirman que la voz grave de los hombre atraviesa mejor las membranas del útero materno, por lo que la voz de su papá sería más fácilmente reconocible por el pequeño. 

Aunque de alguna forma u otra los recién nacidos sean capaces de reconocer a sus progenitores, el rostro de estos será lo último que atisben con claridad. Y en este caso, sí está entiende que el del padre tardará más en serle reconocible. Pero nada de esto afecta de ninguna manera negativa a los lazos afectivos que se irán forjando a medida que el pequeño crece y comienza a relacionarse de otras maneras con sus padres a lo largo de su vida.