16 de febrero de 2021
Tal vez te has encontrado en alguna ocasión con esta situación: a tu perro le cuesta socializar con otros perros y, es más, en ocasiones incluso se lleva mal con ellos. “Al ser un animal con un comportamiento social muy marcado, establece relaciones complejas con otros miembros de su especie, en las que intervienen muchos factores, éstas no tienen por qué tener un carácter afiliativo o amistoso en el 100% de las ocasiones”, nos cuenta la veterinaria Gemma López, de la Clínica Kivet Sant Pere de Rivas, quien nos cuenta que durante un mismo encuentro, se pueden llevar a cabo varios tipos de comunicación, y mostrar un abanico de diferentes actitudes, que pueden ser completamente amistosas con otros perros hasta otras de enfrentamiento físico, pasando por miedo, incomodidad, tensión o estrés.
¿Qué causas pueden motivar esta conducta?
Le planteamos a la experta cuáles pueden ser las causas de este comportamiento. Y nos detalla que un perro puede mostrar conductas reactivas hacia otros perros por numerosos motivos. “Algunos de estos factores pueden ser inherentes al animal como cuestiones genéticas, características anatómicas, problemas médicos o déficit sensoriales, o su estado hormonal. Otros factores tienen que ver con su entorno, experiencias durante su etapa de desarrollo, nivel de socialización, falta de aprendizaje de habilidades sociales, o educación impartida por los propietarios”, nos explica. La motivación por tanto depende de todos estos factores, y la relación puede no ser amistosa por problemas de miedo, desequilibrio social por competencia por recursos, problemas de competencia sexual o territorial.
¿Cómo debemos actuar si dos perros se llevan mal?
Llega, por lo tanto, el momento de actuar, valorando qué es lo que debemos hacer si nos encontramos con esta situación. En opinión de la experta en comportamiento animal, el aspecto principal es entender cuál es la motivación del perro y para ello es muy importante conocer las diferentes maneras de comunicarse que desarrollan los perros:
“Una vez nos acerquemos a su punto de vista, comprendamos porqué está actuando de esa manera podremos ayudarle. Muchas veces solo nos percatamos de que existe un problema cuando el nivel de la intensidad de una conducta es agresiva, es decir cuando muerden o están a punto de ello, o al revés, intervenimos de manera precipitada incluso a través del castigo del más mínimo gruñido o reacción de tensión, con lo que el animal va eliminando progresivamente de su repertorio de señales, aquellas con las que no ha conseguido comunicar lo que quería y, por el contrario, acaba expresando solo las de mayor intensidad, las que le han resultado efectivas para cumplir su objetivo, que dependiendo de su motivación, puede se puede ser alejarse de lo que el percibe como una amenaza, conseguir un recurso, etc”, nos cuenta.
Por eso, para la experta, lo ideal inicialmente sería evitar o anticiparnos a situaciones que sabemos pueden desencadenar un conflicto entre dos perros, alejar aquello que considera una amenaza, haciéndolo de una manera positiva, evitar la presencia de recursos limitados si este es el motivo de conflicto, entender si se trata de un estado emocional irascible por dolor… nosotros como propietarios podremos entender la situación anticiparnos y controlarla.
Dos perros que conviven
Normalmente es en la calle, con otros perros, cuando nos podemos encontrar con esta situación. Pero lo cierto es que también puede aparecer entre dos perros que conviven en la misma casa, lo cual hace que el problema sea mayor, pues no podemos hacer que se eviten si pasan 24 horas al día juntos. “Los problemas de conducta más comunes entre dos perros que conviven suelen deberse a defensa o competitividad por recursos, entendiendo recurso como algo o alguien a lo que los perros dan un valor, como por ejemplo juguetes, comida, un sitio en el sofá, caricias por parte del propietario, etc. Los perros que viven juntos necesitan establecer un orden de acceso a los diferentes recursos con el objetivo de conseguir una buena convivencia. Cuando este orden se desequilibra, ya sea por fallos en la comunicación, por llegada a la pubertad de uno de los individuos, por aspectos hormonales o territorialidad, por inconsistencia en la educación, se pueden dar conflictos”, nos explica.
Razas más ‘ariscas’
Nos preguntamos si hay razas más 'ariscas' con otros perros, a las que les cueste más socializar con otros canes. “En términos generales, hay razas que debido a sus características anatómicas les puede resultar más complicado comunicarse correctamente con sus congéneres, como por ejemplo razas braquiocefálicas (morro chato) a las que les es más difícil realizar expresiones faciales, o razas con cola corta, que les puede costar expresar estados emocionales con la cola o razas con una condición corporal más voluminosa tipo bull, que pueden aparentar posturas corporales más contundentes. Mencionar también, que algunos estudios reportan una mayor impulsividad en la raza Cocker Spaniel de capa dorada”, nos comenta la experta, que añade que, en cualquier caso, estos datos son muy generales, lo conveniente es valorar cada individuo y sus circunstancias por separado.
La importancia de una socialización temprana
Por eso, es importante trabajar la socialización de los perros desde que son cachorros para evitar estos problemas. “Es fundamental ya que en el periodo de socialización (3ª a la 12º semana) se produce el mayor desarrollo de las habilidades sociales, aprenden a relacionarse con sus congéneres a través del contacto con sus hermanos de camada y con la madre, por este motivo es importante evitar el destete temprano”, nos recomienda Gemma López.
¿Y si aparece, incluso, una conducta agresiva?
La experta nos cuenta que es importante entender que para un perro la agresión física, es por naturaleza, el último escalón en la escala de comunicación, algo que no debe ocurrir a no ser que lo considere estrictamente necesario, debido al gasto energético y emocional que le supone. Veremos este tipo de conductas de mayor intensidad cuando sus estrategias de comunicación previas hayan fracasado, e interprete la situación como una amenaza. “Lo ideal es ponerse en manos de un profesional veterinario etólogo que ayude a orientar el diagnóstico y tratamientos más adecuado”, nos explica.